(Entrevista por Paula Alejandra Lone, publicada en Prensa Libre del 30/08/2010)
Concepción del Uruguay es un pueblo fronterizo de Argentina, en la provincia de Entre Ríos. Allí nació en 1965
Juan Manuel Díaz Puerta, quien se define como pintor y dibujante.
Es licenciado en artes visuales. Luce juvenil, incluso juguetón, pero esa fachada informal esconde una propuesta plástica tan de alta definición como los acrílicos sobre lienzo que expone en la
Galería Ana Lucía Gómez (16 calle 7-30, Zona 14).
“Sus trazos son lanzas incandescentes que iluminan nuestra hondura sensible para reanimar las llamas de la suprema obscenidad de la belleza”, escribió el argentino Enrique Tudó.
Con una sola propuesta a color, el resto de la obra es en blanco y negro; sin embargo, ese monocromatismo le confiere dramatismo y fuerza a su admiración por el cuerpo masculino, por las aglomeraciones humanas, en las que inserta un zoomorfo simbólico, enmarcado en paisajes urbanos o rurales de impresionante precisión y belleza.
Juan Manuel Díaz Puerta nos recibe en el vestíbulo de la Galería Ana Lucía Gómez para responder algunas preguntas acerca de su trabajo, en el cual ha representado zonas de Guatemala, que ha visitado en varias ocasiones. Esta es su segunda muestra en el país.
La naturaleza y la figura humana son integrales en su obra. ¿Le llama la atención la anatomía masculina?
Me gusta la anatomía humana; es muy importante para mí. Pero también me da placer la femenina; se ve en mi obra.
¿Cuáles podría considerar como sus influencias en la plástica?
Los clásicos, definitivamente; el Barroco y el siglo XIX han dejado su impronta en mi trabajo.
¿Desde cuándo se supo artista visual?
Desde que tengo uso de razón, y la técnica para mí siempre fue el dibujo.
¿Por qué las multitudes en sus cuadros?
Necesito pintarlas porque tengo un problema de comunicación: lo hago a través de los cuadros. Las multitudes subliman esa carencia, o ausencia, de contacto.
¿En su obra se reflejan algunas de sus lecturas?
Definitivamente. Borges, por ejemplo, porque evoca a la pampa, pero también me gustan Cortázar y García Márquez. En especial, de Guatemala, disfruto a Tito Monterroso.
Uno de los aspectos más destacados de su trabajo es el manejo de la luz, poco convencional.
La luz está en función del cuadro. Se dice que “pintar es pintar la luz”. La luz es abstracta, casi metafórica, poética, y yo juego a dominar esos elementos en mi obra.
A pesar de que su obra es realista, contiene elementos oníricos o simbólicos, como una fiera que va con las multitudes, una cúpula romana que remata una gruta llena de gente o un zoomorfo que asoma entre ella. ¿Cómo los explica?
No hay surrealismo sin psicología. En mi obra se entrelazan procesos e historias, pero hay que comprenderlos de manera subjetiva, porque surgen de manera simbólica. En cierta forma me siento surrealista, debido a que los sueño primero antes de plasmarlos en el lienzo.
¿Cuánto tiempo le toma completar un cuadro?
Depende, pero podría promediar unos 15 días. Además, muchos de ellos conllevan un estudio anatómico y está de más decirlo, pero todos se logran con mucho trabajo. Pero si no trabajo, entonces sufro de mucha ansiedad. Luego, una vez completadas las series, me tomo un descanso de otros 15 a 20 días.
Imágenes: Galería Ana Lucía Gómez.