Monday, March 22, 2010

De fe, de amor y picardía

Fue muy agradable el concierto que ofreció Ars Nova el sábado 20 en Sophos. Con instrumentos de época (clave italiano renacentista, flautas de pico barrocas y renacentistas también, orlos y violín y cello barrocos con cuerdas de tripa); más percusiones. Abrieron con un largo de la Ofrenda Musical, de J. S. Bach, BWV 1079, y luego interpretaron piezas vocales divertidas, como Teresica, hermana, del Cancionero de Uppsala, de Mateo Flecha. Cerraron con Oy comamos y bebamos, de J. de la Ensina. La habitación era pequeña, calurosa, pero de tolerable acústica. En cambio, sí molestaba el ruido de un conjunto de jazz, o algo así, que chirrillaba en el centro de Plaza Fontabella (aclaro, no me gusta el jazz practicamente para nada). El conjunto, que cuenta entre sus integrantes a la soprano Becky Vásquez-Levy, la mezzo-soprano Andrea Pellecer H., al flautista Julio Flores, al violín de Marco A. Barrios, a los tenores Carlos Motta y Julio Pirir, al barítono Edgar Muñoz, al bajo Rolando García-Ricci y al clavecembalista Jorge Pellecer (también director del ensemble), lo repetirá en la iglesia luterana Cristo Rey, ya sin jazz como ruido de fondo. Felicitaciones, tocaron con ánimo, soltura y fluida gracia.
Foto: klavaza, 2K10.

Saturday, March 13, 2010

El llamado del Metal o por qué no fui al concierto de Metallica


"Yo nunca había estado en un concierto como ese; la verdad, estuvo bien kalidation Lic.", me dijo un compañero piloto de Iepades a quien invitaron al concierto de Metallica. Fue un evento histórico, los posts en la Red, los comentarios de viva voz y las publicaciones de prensa así lo atestiguaron. Hubo exaltación (El Aguafiestas), satisfacción (En la mitad de la vida, pero posteado en FB) y conmoción (un cuate postearía después en FaceBook que Nothing Else Matters lo hizo llorar, que esa canción ha impedido su ejecución del Tercer Acto en más de alguna vez).

En mi caso, sucede que nunca he sido fan de congregarme para nada, perdí la fe en Metallica desde los días de su suplicante lucha contra Napster y a pesar de tener reservado un boleto, rajé a última hora. Mientras el mundo conocido celebraba en el Estadio, yo apagué mi compu y fuyí a mi casa cual si fuera un cobarde. No eran todavía las nueve de la noche cuando entró la primera llamada, de El Hijo de Pooh, para contarme cómo estaba el ambiente. No taradaron en arribar más, casi 20 en total. Una, la segunda, fue la más significativa. La voz de un hombre borracho, garrasposa, me reclamó impasible, "¿verdad mierda que no vas a venir al concierto?". "Fijate", quise razonar, "que no será posible porque...". "Porque ni mierda, cerote, hijo de la gran puta". Y colgó. Dos o tres chavas también llamaron, dijeron que las chelas estaban buenísimas y que el concierto las había llevado al orgasmo, pero eso fue después, más allá de la media noche.

Por fin lograron hacerme sentir alienado, el distinto, el malquerido, el traidor al grupo. Pero pronto, el cuero de danta llegó a mis espaldas y los escalofriantes accesos de culpa desaparecieron. En mi trabajo también fui blanco de rudas bromas, la factura pagada por haber sido prepotente y fanfarrón. La verdad dudé hasta casi el último momento, sobre si iba o no. La balanza se movía de un lado a otro, como cuando se pesan adarmes o tomines. Hasta que el susurro de un ángel me hizo quedarme sólo otra vez.

¿A cuántos conciertos de música popular he asistido en mi vida? A cuatro, si conté bien: el primero cuando todavía estaba en la primaria; el segundo imposible de confesar; el tercero fue el de Sepultura y el cuarto, de Plastilina Mosh. Amen. Exleunt.

Thursday, March 04, 2010

El Pop Wuj de don Adrián Inés Chávez

El profesor número 555, como se describía a sí mismo, Adrián Inés Chávez (1904-1987), fue un erudito k'iche' de altos quilates cuya obra cumbre tal vez sea su traducción al castellano del Popol-Vuh, a la cual él, luego de una elaborada investigación que le tomó cerca de 50 años, llamó Pop-Wuj, libro del tiempo, poema mito-histórico kíchè, que fuera prologado por Carlos Guzmán Böckler. Esta obra se encuentra traducida a su vez al inglés y al francés (Gallimard). Abundan las notas bibliográficas y las referencias a ella en la Red.

Ayer, con un pánel compuesto por la doctora Guadalupe Rivera, hija del pintor Diego Rivera y presidenta de su fundación; Virginia García Acosta, directora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores de Antropología Social, de Méjico; el antropólogo Ricardo Lima y Carlos Guzmán Böckler, se presentó la más reciente edición de la obra de don Adrián, ilustrada con las acuarelas que Diego Rivera creó inspirado en la mitología k'iche' (por cierto, uno de sus libros de cabecera, junto con la obra de Karl Marx).

El libro es un deleite de bibliófilo, con texto k'iche', traducción castellana e ilustraciones de Rivera, cuyas imágenes, estiman algunos críticos de arte, tal vez se inspiraran en las del Códice Trocortesiano, ahora en Madrid. Está a la venta en la librería del Fondo de Cultura Económica, en Guatemala. Cómprenla y atesorenla ya que son pocas las ediciones artísticas del Pop-wuj. Otra es la que editara, con el texto original y la (deficiente y obsoleta) traducción de Francisco Ximénez, más ilustraciones de artistas de la talla de Roberto Cabrera y otros del Grupo Vétebra, Augustín Estrada Monroy allá por el año 1973.


Pero en la obra de don Adrián se unen los dos mundos: su propuesta que es algo así como una traducción realizada desde dentro, puesto que él era primero k'iche' hablante. Por tanto, su cosmovisión fue más cercana a la del libro, lo que no ha sucedido de nuevo, sino hasta ahora, con la más reciente que hiciera Sam Colop (citado en el sitio que la Universidad Francisco Marroquín dedica al tema, mientras ignora a la que me he referido en esta nota).
Imágenes: Tomadas de Cydtemuseum.

Patrulla motorizada

Verse entre tiras no ha sido del todo extraño en mi vida. He sido detenido varias veces desde los tiempos de los infames judiciales, para unos, u orejas, para otros. La más reciente, espero que sea la última, fue el domingo pasado. Veníamos con un cuate de comprar en PriceSmart. Me vino a dejar en su VW blanco, nada llamativo. Pasamos por una amiga, fuimos a Hooters a comer algo y ya frente a mi edificio, como a las 10 de la noche, nos quedamos en el carro platicando un rato acompañados por su rica colección de canciones de los Beatles. Pasó la patrulla y el líder, o el que yo supongo lo era, la detuvo. Nos rodearon unos ocho agentes armados con rifles de asalto y protegidos con chalecos blindados, preguntaron si portábamos arma, nos bajaron y registraron. Por consejos de otros policías, al agente que se encargó de catear el auto no le quitaba los ojos de encima, temeroso de que nos dejara un recuerdito para pedirnos plata o llevarnos jalados al bote. El hombre fue muy eficiente para registrar, pero se le notaba desesperado por encontrar algo, incluso insistió en ver él mismo la guantera a pesar de que su jefe le indicó que ya lo había hecho. Fue rapido, sin bajas, sin ofensas. Me llaman la atención dos cosas. El jefe nos aconsejó: "Les recuerdo que esto no es Canadá. Aquí es peligroso. Si quieren platicar, vayan a la sala de su casa", en parte como para excusar el registro. Y segunda, que muchos amigos y amigas, al escuchar esto, se han puesto del lado de la Policía. Muy bien. Pero, si yo quiero circular por la ciudad a las tres de la madrugada y tomarme los riesgos que conlleve, es asunto mío. La Constitución Política de la República me da ese derecho. Como consejo de cuates está perfecto. Como argumento de la Policía es inadmisible, sobre todo porque muy por debajo podría tener intenciones intimidatorias.