Tuesday, April 27, 2010

Korn, un acercamiento subjetivo

Vamos a paso rapido hacia el pasillo que nos pondrá frente al Moustruo. Alguien de seguridad del concierto se encarga de verificar si portamos el brazalete correspondiente, nos admite y nos colocamos lo más cerca del escenario en un espacio que podría definirse como el foso. Aglomerados, con la expectativa al máximo y un rugiente público atrás, esperamos aún otro largo momento. Alguien de la seguridad pasa ladrando y empujando, quieren un corredor libre entre ese público y nosotros. Nos apretamos aún más. A pesar de todo, y contando experiencias pasadas, estos tipos en realidad no se portaron tan peor.

Empieza a elevarse el telón de fondo que dice Korn, como lento precursor. El anticipo cede por fin cuando truena la primera canción. El escenario está en la penumbra, más oscuro que gris. Un deslumbrante destello me distrae, estoy viendo por medio de la pantalla de una camarita de video, cargando un equipo fotográfico analógico, pesado, incómodo. Me distraigo un segundo cuando veo en primera fila a una chica que llora en suprema catársis. Vuelvo la vista al escenario, ya puedo ver mejor. Ahí está: Munky, con su blanco antifaz, inmóvil, histriónico, viendo al rugiente público con mirada impasible, cual sacerdote de un culto nuevo: la consagración por medio del rock. Empiezo a cavilar sobre la escena y recuerdo a Hellraiser, a la escena de las imágenes religiosas. Entonces un sonido bajo, poderoso, como martillazo de Thor me empuja hacia atrás, mi cuerpo se comprime y mis oídos se adormecen por un momento. El sobresalto me saca de las cavilaciones y me arrastra al concierto: una hora, una hora y media  de abandono hacia una dimensión que sólo había atravesado cuando allí, en ese mismo estadio, comulgué con otro público, o tal vez el mismo, con la atronante macumba de Sepultura.

No hubo macumba con Korn, en cambio, sí un indetenible tsunami sonoro que de pronto me tomó, me arrastró consigo y me llevó a los confines, a lo que Huxley denominó las antipodas de la mente. Sin más estimulante que la música misma, sin imágenes eidéticas ni fosfenos, sin más que el sentimiento bruto, desatado cual un Kracken primitivo, de sublime, pero temible, belleza.

"¿Ha estado alguna vez en un rave o en un partido de fút?", preguntó alguna vez el filosófo austriaco Karl Popper: "Son las religiones del futuro", sentenció. Pero se equivoca, señor mío: el futuro de las religiones está en el rock. ¿Ha estado usted alguna vez en un conciderto de rock señor Popper?
Fotos: klavaza, 2010.

Friday, April 23, 2010

Ana Lucía Gómez abre nuevo umbral para el arte


La Galería Ana Lucía Gómez abrió sus puertas en 2004. Hoy, tan solo seis años después no se reinventa, no se transforma ni renova: da un salto cuántico. Tras "one year in the making", su nueva sede, que se realizó empezando desde la primera piedra, ocupa un espacio espectacular que nada le debe a sus similares de Miami, Boston o Nueva York.


Sus altas puertas transparentes forman parte de un paralelepípedo cuyo volumen fue diseñado para devorar obras de gran formato. En su muestra inaugural, un gato gigante de Estefanía Valls Urquijo acechaba como venido desde la noche de los tiempos y, a pesar de su tamaño, le quedaba suficiente espacio frente a sí por si hubiese querido saltar hacia la entrada. Mientras, al fondo, una estatua de Javier Marín, de tres metros de altura, parecía pivotar sobre sí al arte clásico y al posmodernismo, pero aunque me hizo recordar a la Venus de Ille (de Prosper Merimée), en vez de temerle me sentí muy cómodo en sus cercanías, gracias a la magia de la Galería.


A pesar de su imponente fábrica, son mil metros cuadrados de construcción, 700 de ellos dedicados a exhibición, la galería luce aérea, acogedora. Está destinada a las grandes firmas, pero también a las noveles que sean dignas de ella. En el segundo piso hay un espacio abierto, ideal para instalaciones, encuentros o sólo para estar allí, meditando sobre las obras. Incluso las pinturas de Roberto Cortázar se veían cómodas en sus muros y eso que son enormes.


Si pensamos con Vassily Kandinsky que todo acto creativo surge de la lucha contra el caos, la Galería Ana Lucía Gómez podría defiinirse como un excelso lienzo tridimensional dentro del cual los artistas podrán ordenar sus obras como en muy pocos lugares más en Guatemala y América. Felicitaciones Ana Lucía por el logro y el esfuerzo, pero también por dedicar este magnífico espacio a una de las más altas aspiraciones del espíritu humano: el arte.
Fotos: klavaza, 2010.