Sunday, June 15, 2014

Hans Rudolph -Ruedi- Giger (1940 - 2014)

 
¿Cuándo supe de Giger? No sé. No a ciencia cierta. Pero sí que las páginas de una revista Omni me hicieron consciente de su arte singular, demasiado bien ejecutada, onírica hasta la pesadilla, metafórica, erótica y futurista, pero sobre todo, que tocaba una cuerda muy profunda en mi.
 
Ya la había visto en Alien, por supuesto, y después se habría de convertir en lugar común en mi vida. Luego pasó a formar parte de mi entorno, cuando una fotocopia a color de Li reproducida con una errónea paleta de verdes quedó colgada, y aún lo hace, en un muro de mi dormitorio.

Eran rudos tiempos, campeaba el snail mail y Giger vivía en Suiza. Lucía inalcanzable. Pero llegaron la Red y el correo electrónico y apareció su página web. Una noche, tras escuchar a Bach, decidí escribirle. Lo hice por medio de su Web Agent, entonces Thomas Riehn, con la excusa de solicitarle permiso para reproducir imágenes de su trabajo, porque estaba por publicar una nota sobre él en la Revista Crónica.

Un par de días después respondió el hombre. Que sí, que con todo gusto, siempre y cuando le enviara unos dos ejemplares si se publicaba la nota, y así lo hice. Según yo, ahi había quedado el asunto. Unos meses después, por snail mail precisamente, me llegó un sobre con una nota de Riehn, dando las gracias, acompañada con un hard attachment: una litografía firmada por Giger. Es uno de mis tesoros favoritos.

Omni caía en mis manos con regularidad. Su contenido de vocación New Age estaba infestado de futurología, ocultismo no tradicional, medicina alternativa, antipsiquiatría, enteogenia, ciencia ficción, en fin, era la vestimenta gráfica y textual para un mundo fantástico urgido por certificarse como real. No importaban sus criptoafirmaciones: mi entonces novia, LILITh y yo la devorábamos sin misericordia, incluso a las notas de Deepak Chopra, que ahora y después de conocerlo más de cerca me suenan tan falsarias como todo el New Age.

Cuando vi un retrato del hermano Perdurabo (Crowley) realizado por Giger, ambas propuestas convirgieron en mi cosmovisión. Más tarde, su Necronomicón y su Tarot permearon mi imaginario durante un buen tiempo.

En el arte de Giger convergían además otras de mis vocaciones, desde la irreverencia religiosa a la tecnología, desde los insectos a la completación de la evolución humana por medios artificiales. Sus advertencias contra la sobrepoblación, su descaro para relatar los horrores que le tocó vivir a causa de una máscara que tenía en su residencia, así como sus devaneos con el ocultismo me dejaron impresionado desde el principio. Amén de su gusto por trenes brujos y la cinematografía.

Desprecié su confesa violencia contra los animales, la cual no ilustraré poque es evidente en algunos de sus textos -pero se redime porque tenía gatos. Me hubiese gustado conocerlo en persona. En algún momento pensé tatuarme su rostro con henna, porque él habia prometido recibir personalmente a cualquiera que así lo hubiese hecho (solo que con tinta permanente). Seguía con detenimiento su trabajo, sus querellas contra la Fox, la fundación de su museo y por supuesto a sus publicaciones. Las deTaschen sobre todo.

Lamento no haber probado su ajenjo todavía, pero celebro su incursión en la escultura. No se cómo reaccionaría si viera a unas de creaciones en vivo, sin embargo, si en 2D sus imágenes son impresionantes, en 3D se convierten en sobrecogedoras.

Me encantaba ver sus trabajos con detenimiento, lupa en mano, durante madrugadas insomnes acompañadas por compositores barrocos, metaleros o de música eléctronica académica. Borges, en alguno de sus textos, intentó explorar cuál sería aquella obra que uno quisiera olvidar, solo para sentir de nuevo el gozo que produciría redescubrirla: una especie de criptoamnesia hedonista. Recuerdo el deleite que me provocaron sus intensas panorámicas surrealistas, sus enigmáticos biomecanoides, la obsesiva minuciosidad y maestría de su aerógrafo, así como su inconfundile paleta de colores. Por fortuna no necesito olvidar todo eso para sentir siempre aquel asombro primigenio.

El arte de H. R. Giger transgrede muchos linderos. Alien la integró a la mitología pop (como lo demuestra un crossover entre Batman y el xenomóformo). Sus magníficas portadas de álbumes musicales y de libros y diseño de espacios con amueblados lo confirman como a un verdadero ilustrador e interiorista. Sin embargo, debajo de esta clámide mediático-comercial, siempre estuvo intacto el manto friático profundo en donde abrevó desde sus orígenes para crear. Algo que hizo sin parar hasta el final.

En su Guest Book, el domingo 3 de agosto de 1997 a las 12:36:58 horas, consigné:

"The first time I saw Alien (the film) I felt that a second door to a new way of looking at the universe was opened (the first one I discovered through the works of A. Crowley). But I did not realize then what was so enticing in that film. It was later when I saw who is the creator of such dark, fantastic and yet illuminating work, and that he is, from my own point of view, the greatest living artist of our time. The ultimate point for me is that through his vision I found a deep, mirror reflection of my anguishes and nightmares. Thus, without intending it, a kind of symbolic, Jungian therapy took place. And, thanks to it, I found -no exxageration- salvation and hope."


Nunca creí que iba a despedirlo, pero ahora que lo hice entiendo que se convirtió en uno de mis inmortales y que su obra, por oscura que sea, ilumina mi vida.