Friday, January 15, 2010

El desencanto humorístico de Renato Bianchi


Typear, escribir, es a veces donar algo de sí. Se podría incluso aventurar que en la obra de todo escritor se entretejen sus temores, alegrías, amores, anhelos: los substratos de su vida. Ergo, toda obra es o refleja una autobiografía. Renato Bianchi, en este libro de dos caras evocativas de los lados de un disco de vinilo nos espeta, en los sentidos 2 y 4 de la definición de esta palabra según el venerable Diccionario de la Royal Academy del español, una cosmovisión que es un mosaico compuesto por desgano, terror a la soledad, temeridad contestataria, timidez, reflexión tenebrosa, erotomanía y una gozosa crítica de raigambre escatológica. Y para dorar la píldora, nos las entrega recubiertas de un acre, doliente y magnífico humor. Pero no es el humor del payaso, no señores, es el humor que surge del desencanto, de saberse distinto, de saberse siempre el otro, el que aprecia la big picture porque siempre está ubicado en un panóptico desde donde ve lo que quienes están abajo no pueden. Pero que se sabe siempre solo.

Esta doble propuesta literaria, Escribiendo con Tourette, me hizo reír como lo hicieron hace décadas las correspondientes de Chicuco Palomo y Roque Dalton, pero con una gran diferencia. En esta obra hay un subrayado oscuro, un reclamo existencial y hasta un aullido que no tienen nada de humorístico. Si vieron el video de Tainted Love, de Marilyn Manson, dirigido por Phillip G. Atwell, podrían concordar conmigo. Un grupo de adolescentes cuadrados disfrutan de una fiesta cuadrada, hasta que llega un grupo de goths, liderados por Manson, a darle vida al ambiente. Muchos vivimos como en esa fiesta, creyendo que todo es color de rosa, hasta que se hace oír una voz como la de Renato, con su humor como el de Malebolgia en los cómics de Spawn, para decirnos que no, que no sólo se trata de reírse a lo idiota, sino de hacerlo para algo, como lo hace él: para recordarnos que en la vida hay más que vanidad de vanidades, sexo sin sentido, amor al dinero o apego al desenfreno, pero que desenfreno, apego y vanidad corren por nuestras venas aún más que la misma sangre. Para ello, su narrativa es desenfrenada, verbosa a veces, pero siempre concisa, tanto, como para que uno de sus extremos sea tan agudo como para ser punzante y doloroso (si sabemos leer entre líneas). Sin embargo, para quienes no quieran profundizar en nada, para quienes no sepan cómo buscarle tres pies al gato o no entiendan por qué el gallo canta claro, la obra se deja leer para hacer reír hasta que duelan las mandíbulas.

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