Wednesday, May 16, 2012

Mi última plática con Efrain Recinos

Foto: 2011.
Llegué apresurado pero a tiempo invitado por Ana Lucía Gómez a su galería. La idea era entrevistar a Efraín Recinos con motivo de la inauguración de una retrospectiva sobre su trabajo que se exhibió allí y en El Attico. Era un 31 de agosto, un miércoles, y la muestra abriría al día siguiente. La tarde estaba tranquila y la galería me pareció especialmente serena.

La verdad, me planteaba una duda común cuando se enfrenta a un famoso: ¿qué le puedo preguntar si ya todo se le ha cuestionado a lo largo de tantos años? ¿Cómo evitar caer en los clichés, en idioteces, en iteraciones que llenan páginas hasta la saciedad?

Entré, grabadora en mano, cámara en otra, y ahí estaba. Solo, viendo hacia adelante. Ana Lucía me presentó de inmediato. Él rio con recato. "Claro que lo conozco y en la memoria las columnas de su padre. Desde niño las leía, fueron siempre fuente de inspiración. Escribía precioso". Agradecí el cumplido de inmediato, sobre todo porque venía de alguien que también, como dijo Borges, convertía en palabras su existencia.

Pronto nos centramos en la muestra con alguna que otra pregunta idiota, precisamente, como: ¿quién cree que va a ganar la elecciones? "Pues mire, el Patriota, conozco demasiado bien a mi pueblo...".

La entrevista no se publicó, pero un fragmento se quedó en la grabadora, el cual rescato ahora. Fue una conversación muy breve. Giró alrededor de uno de mis géneros favoritos: el cómic. En especial, sobre un proyecto del Maestro que dejó inconcluso y del cual me había comentado varios años antes en otra entrevista concedida entonces en el Teatro Nacional.

¿Qué pasó con ese proyecto?
Esa era una tira cómica, ¡a saber en dónde ande!, en donde la Guatemalita, siempre con la cabellera al viento, entonces por Belice, porque yo estaba harto de lo que pasó con Belice: ¡que por qué y que si y que no y que de quién es! -Por ahí tiene que estar digo yo- entonces hice una tira cómica que casi nunca realicé, solo una pocas cosas. Y de ahí pasé a hacer a la Guatemalita en Bicicleta, la Guatemalita en Avión, la Guatemalita perseguida por Monstruos y así, cosas por el estilo; pintadas. Estas, en cambio [señala las obras en la Galería] son como seis versiones en escultura. Por lo demás hice muchos cuadros con ella tocando marimba, con sombrero para que en una esquina le echaran algo como centavos y cosas así.


La tira cómica, ¿por qué ya nunca la terminó?
Es que es muy larga y además no quería que se pareciera a una tipo cómics. Han hecho cosas tan bellas en otras partes que, en ese género, es muy difícil sustraerse a los cambios, primeros planos, violentos, lentos, etcétera, de una tira cómica toda hecha en cuadritos, cuadrotes y demás. Tal vez por eso es que nunca logré realizarla, pero sí hay como una docena de guatemalitas pintadas o más: Rumbo a Xibalbá, por ejemplo, y cosas por el estilo, perseguida por un avión o varios aviones. Aventuras.

Entonces está pendiente todavía. Tenemos mucho que admirar de su trabajo, pero queremos admirar más...
Sí. Nuestra labor como guatemaltecos es hacer un arte nuestro o tratar de que sea un arte nuestro: que no le copie nada ni a Europa ni a América, ni a los otros continentes, porque después de lo que hicieron los mayas, ¡qué vergüenza que nosotros paremos copiando a países poderosos económicamente! Esa es la base de todo lo que hago o trato de hacer.

El Maestro partiría el 2 de octubre de 2011, 32 días después de esta conversación muy breve, demasiado tal vez, pero que me hizo sentirlo muy cerca cuando la transcribí.

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