Monday, January 16, 2012

Un ajedrez a la chapina

Imagen: Ilustración de Tenniel para Through The Looking Glass, en Victorian Web.
Recién repasaba una vieja edición de la venerable y obsoleta Encyclopaedia Britannica. Me complacieron de nuevo las imágenes del artículo Chess. En una, se ve a peones de un juego soviético, representados como obreros con cadenas rotas, portando la hoz y el martillo, listos para avanzar contra un rey capitalista, vestido como La Muerte.

Me pregunto cómo sería su émulo chapín del siglo XX y se me ocurre que las blancas tendrían como rey y dama a la pareja Arbenz-Villanova, por alfil a Monseñor Gerardi y como el caballo es un Pegaso sin alas, lo sustituiría por un poeta, Otto René Castillo, digamos. El papel de roque, guarda de extremos, le tocaría a un Juan José Arévalo, digamos también. Se trata solo de propuestas, porque Atanasio Tzul no debería quedar fuera. Ya veré después cómo lo amartillo en el esquema.


Las negras son más fáciles. Cara-de-Hacha sería el obvio rey, aunque estereotipado he de reconocer. Su dama podría ser doña María Julia Quiñónez Ydígoras, más conocida como La Maciste, y su alfil, sin más rodeos, tendría el honor de representar a don cuento Rosell y Arellano. El caballo negro, tan asociado a la hechicería, cabría en un Carlos Manuel Pellecer, o en un Pellecer Faena, porque se cambiaron de bando. Para torre negra vendría bien Mario Sandoval Alarcón.

Como peones blancos tendría al Big Doll (El Muñecón), al personaje que está sobre el dintel de la UP o al hombre del mecapal que adorna también a la misma institución. Y para los negros, para más estereotipo, a soldados uniformados a la usanza de los años 50 o a policías de los tiempos del BROE.

¿Y el tablero? Simple: escaques blanco y azul.

Como cabe suponer que habrá quienes deseen poner a otros personajes, pues habría que entregar los juegos con varios de ellos para las mismas piezas y que cada jugador los configure como más le parezca.

Los jugadores representarían a los metapoderes. Los que de verdad manejan todo, pero no se ven. A los Foster Dulles, a las ocho familias y a las ideologías que motivan horizontes difíciles de alcanzar, pero que siempre nos vienen desde allende la mar.

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