30 días de Noche

Si quieren experimentar una verdadera pesadilla vean esta película del director David Slade (Hard Candy, Do Geese See God?). Siguiendo el sagrado ejemplo dejado por George Andrew Romero en Night of The Living Dead (inspirado, tal vez, en una escena de Los Pájaros, de Hitchcock), un grupo de gente está atrapada, no en una casa, sino en un pueblo entero. El lugar es Barrow, en Alaska, donde durante un lápso del año oscurece por un mes: una bendición para una manada de vampiros crueles, terribles, para quienes los humanos no somos más que vil alimento.

En este tipo de filme, como para compensar, se espera ver bellas chicas en top, minifalda o en bikini. No aquí, no en Alaska con temperaturas bajo cero. Así que las diosas (Melissa George, Megan Franich) van vestidas como esquimales. A pesar de tomas en exteriores, la oscuridad, el frío, la incesante nieve y la falta de solidaridad de los protagonistas provocan claustrofobia. Además, el director y los guionistas inspirados en la magistral trilogía de novelas gráficas homónimas de Steve Niles y Ben Templesmith no dejan un segundo en paz a nadie, ni a las víctimas, ni a sus victimarios, menos a uno como espectador. Tanto que ha sido de los pocos filmes que me han hecho aguantarme ir a hacer el 1, por temor a perderme alguna escena más grotesca o fea que las anteriores.

Me llama la atención una delicadeza, tal vez del director: ésta es la primera vez en la que veo a un asmático usando bien el Ventolín, y es Ventolín, en vez de algún prop imbécil para ocultar a la marca, como es común en casi todas las producciones que lo han presentado.

Para redondear, con un patético cuadro de la Tercera Edad (¡qué viejo más imbécil!), decapitaciones dificultosas, vampiros ateos, transgresiones de tabúes a granel y una escena espantosa que tiene lugar frente a una máquina expendedora de gaseosas Pepsi, lo único que falta es salir a la calle a gritar.
Imágenes: Sitio Web.