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Imagen: klavaza, 2011. |
Amor y no amor, poemario, compila 77 poemas de Mildred Bolaños Kemplin, quien ya nos ha deleitado antes con su narrativa en su novela Secretos de convento. La obra tiene 82 páginas. Eso significa que la mayoría de sus cantos son breves. Breves, sí, pero significativos, auténticos, porque surgen de una cosmovisión que ella expresa con plena honestidad, a la luz del día.
Su incursión en la poesía, ese arte que no requiere más que de sonidos vocales para expresar la estética de su creador, gira alrededor de un sentimiento universal, o al menos universalizable: el amor.
Así nos lo explica la autora en la presentación de este poemario, su ópera prima poética: “El contenido de este libro está dirigido al más sublime de los sentimientos: el amor y pretende llenar esa necesidad personal de identificarse con las propias emociones y con las ansias amorosas inherentes al ser humano, reflejadas en cada uno de los poemas”. Termino de citar.
La técnica de la obra es el haikú, una forma de rima japonesa de 17 sílabas, presente en toda la obra con ciertas excepciones. Sin embargo, cabe recordar que la técnica es solo el instrumento, la herramienta que permite al creador plasmar sus ideas. Más importante es comentar qué nos deja, qué nos inspira, cómo nos sentimos cuando la leemos, y más significativos aun son sus efectos a largo plazo, es decir, si nos ha dejado algo para más adelante, cuando el libro ya no esté en nuestras manos y dependamos de nuestra memoria para evocar su contenido. En este sentido, identifico dos efectos cuando leo poesía: o recuerdo el verso tal cual o a una aproximación de él; o me queda el sentimiento que inspiró en mi cuando lo leí por primera vez.
Los poemas de Mildred son variados, en ellos convergen los muchos matices del amor. Quiero adivinar, por ejemplo, que canta al amor primigenio, a ese que sentimos cuando adolescentes y lo estamos descubriendo: “Sabes amor cuando me amas / siento en mi ser vibrar / mi piel cual sutil lira / que tú bien sabes pulsar”. Pero también nos trae al amor maduro, pensado, el que no galopa desembocado: “Se prudente no te fies del corazón / ...muchas veces miente”. También está ese amor instantáneo, inmediato, el que se extingue ya: “Flor que has durado un día / abriste tus pétalos mañaneros / y hoy por la noche marchita / te cierras a los luceros”.
Ya no citaré más porque prefiero, por supuesto, dejarles a ustedes estimadas lectoras y lectores, el inmenso placer que provoca leer esta propuesta poética libre, espontánea, surgida de una autora que decide explorar un tema que parece trillado, pero que es capaz de aportar nuevas luces, distintas sombras, de ver desde ángulos insólitos o a través de mirillas extrañas. En fin, de atreverse a ir allí en donde muchos no han podido entrar y salir airosos.
Pero Mildred se adentra en más que el sentimiento puro del amor. También explora a sus adláteres, algunos luminosos, como las evocaciones de sentimientos, las reverberaciones que nos provocan objetos o incluso terceras personas y que nos llevan a retroceder el tiempo hacia aquel ser amado desaparecido, olvidado hasta ese momento o al cual creíamos con toda seguridad extinto de nuestro universo personal. Y sin ambages explora a las erinas, los tormentos y las sombras que vienen cuando no encontramos correspondencia, ni siquiera cariño por parte del objeto del deseo. Luego, como quien no quiere, no duda en ir a a la desesperación, la duda corrosiva y a ese torturador experto, infame y cruel, los celos, a quien canta con la misma frescura que al sentimiento idealizado.
Si el amor fuese un objeto físico y lo pudiésemos tallar siguiendo esta propuesta, obtendríamos un interesante poliedro de cortantes aristas, pero a su vez de bien bruñidas superficies que reflejarían con intensidad la luz que lo iluminaría. Y sin embargo, hablo de un objeto descrito sin rebuscadas palabras, adjetivos ampulosos o filosofazos sobresimplificados.
Al final, después de leerlo, y aca solo expreso mi muy personal experiencia, tal vez no me queden las letras o las palabras, al fin de cuentas no se trata de un ejercicio mnemónico. Pero sí me ha quedado un retrato de la riqueza afectiva de esta exploradora, cuyo cúmulo de búsquedas me deja un rítmico mapa de sus más profundas motivaciones estéticas.
Muchas gracias por acompañarnos esta noche, les recomiendo la obra. La poesía, al igual que la música, llega de manera muy personal a quien la disfruta. La de Mildred, estoy seguro, será un hermoso regalo para la conciencia.
Texto leído en la presentación de Amor y no amor, poemario, de Mildred Bolaños Kemplin. Cantón Exposición, 25/05/2011.