Anfisbena, según Jinny. |
Los recientes sucesos islámicos subrayan la importancia de la comunicación para la disidencia. Según reporta el diario Al-Ahram, Jamal Ibrahim, un egipcio veinteañero, nombró a su hija recién nacida Facebook como homenaje al papel que desempeñó esa red social en la revolución que forzó la renuncia del gobierno de Hossni Mubarak.
Cuando debutó Internet para el gran público a finales del siglo pasado, muchos pensaron que se trataba de un artilugio de la CIA, la punta de lanza del Big Brother. Otros crearon toda clase de teorías de conspiración alrededor de ella y no faltaron los crédulos que la vieron como un antecedente del advenimiento de la Bestia del Libro de Revelación.
A los dictadores siempre les ha preocupado que la gente se comunique con libertad. Stalin soñaba con establecer un sistema de escuchas que le permitiera acceder a todas las llamadas telefónicas que tuvieran lugar en territorio soviético. Hitler planeaba un sistema de inteligencia similar en su Germania de posguerra, cuando se estableciera el Reich de los mil años.
Controlar la información no es nada nuevo. Sin ir muy lejos, Manuel Estrada Cabrera y Jorge Ubico Castañeda descansaron sus dictaduras sobre redes de ciudadanos que se encargaban de informales lo que sucediera, sobre todo si era potencialmente peligroso para sus fines. Rudimentarias si se quiere, pero efectivas, llevaron a la muerte a muchas personas, disidentes o no.
Básicamente, se podrían establecer dos maneras de control. Una es negar el derecho a expresarse y la otra, otorgarlo plenamente. En la primera se trata de reprimir por medio de prohibiciones, regulaciones y censuras. Por ejemplo, durante la Liberación se quemaron libros calificados como rojos en la plaza pública. Similar barbarie hicieron los nazis y no sólo contra libros, sino contra obras de arte. La Unión Soviética reprimió también la libre expresión, con la excusa de evitar que la decadencia de occidente contaminara a sus ciudadanos.
En la segunda, el control es más sutil. Se permite publicar, decir, leer. Pero el fin es dejar que el mismo ciudadano, por medio de sus actividades, señale cuáles son sus preferencias. El resultado son bastas bases de datos, secretas, por medio de las cuales se puede ejercer control, represión y censura.
Internet ha supuesto un canal abierto para todos. Por eso desde un tiempo acá se ha intentado controlarla de manera compulsiva. El cuerpo responsable de ella es el Icann (Internet Corporation for Assigned Names and Numbers), entre cuyas responsabilidades está resolver controversias, como cuando se usurpan nombres de dominio. Como cabe esperar, ciertos gobiernos, instituciones o comunidades has solicitado que el control pase a las Naciones Unidas. Entre ellos están Arabia Saudita, Corea del Norte y, por supuesto, China, porque a través de este organismo podrían solicitar que se eliminen ciertos contenidos de la Red (referencias contra el Profeta o a favor de la independencia de Tíbet, por ejemplo).
El caso de China es importante porque, a pesar de su reconocida vocación tecnológica y de su afán por estar al frente en esos campos ejerce un feroz control interno sobre el uso de la Red. La revista Technology Review, publicada por el MIT, analiza por qué Google decidió entablar una querella contra ese gobierno. En vez de valerse de su derecho soberano para censurar, permitido por sus leyes, el gobierno chino opta por utilizar servidores invisibles o proxies transparentes para alterar el funcionamiento de ciertos sitios, de manera que al usuario le parecerá que su proveedor, en este caso Gmail, enfrenta fallas técnicas. Por ejemplo: Al tratar de enviar un correo, el botón correspondiente no funciona.
Tales proxies no son nada nuevo. Se usan en forma rutinaria para sustituir anuncios que vienen de fuera, por los de la empresa en donde esté situado el usuario. Google afirma haber realizado profundas revisiones, sin que reportaran fallas. Se trata, entonces, de un bloqueo cuidadosamente diseñado por parte de tecnócratas chinos, al servicio de su gobierno.
Tal tipo de ataque, también conocido como “man in the middle” en inglés (hombre en medio) se ha registrado en otras partes, como Túnez. Volviendo a China, se sabe que allí se instala una aplicación Java que intercepta cada tecla que se presiona cuando se envía un correo. Así que todo lo escrito estará registrado por la inteligencia oficial.
En Internet no hay secretos. Lo que se diga, escriba o transmita por su medio es casi equivalente a gritarlo a los cuatro vientos. Mientras algunos intentan controlar sus contenidos, otros optarán simplemente por espiarla de la manera más discreta posible. Me recuerda a la anfisbena, aquella criatura mitológica que surgió de la sangre de la Gorgona. Tenía dos cabezas, podía dirigirse en ambas direcciones y también morder y envenenar con ellas.
Publicado en Plaza Pública, de la Universidad Rafael Landívar, el 28/03/2011.
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