La XVII Bienal de Arte Paiz tuvo lugar del 17 de abril al 9 de mayo pasados. Esta nota se me había queadado, se la debía al blog. Pocas de las obras me impresionaron o incluso me llamaron la atención. La estrella para mí fue esta escultura del Colectivo La Torana (Marlov Barrios, Erick Menchú, Norman Morales, Josué Romero y Plinio Villagrán) resultado de su Proyecto para la creación de un santo. Estuvo en exhibición en (ex)céntrico, del Centro Cultural de España. La figura es una metáfora del sistema de creencias que existe como soporte del crisol en donde se fraguan nuevas clases sociales, emergentes de muchas fuentes, algunas ilegales. Casos muy conocidos son la Santísima Muerte o Jesús Malverde, llamados narcosantos por razones obvias. Son de cuño relativamente reciente, no más de 200 años, y se distinguen de otros, como San Pascual o Maximón, de mayor antigüedad y resultado casi siempre del choque cultural que provocó la Conquista por estos rumbos.
La Torana se apuntó un cien con esta escultura que conjunta además a dos elementos comunes de la cultura popular: los santos espurios y la tecnología que todos usamos a diario, muchos sin entenderla en realidad. Simplemente son hechos dados. Así como creemos a ciegas en la existencia de fuerzas sobrenaturales, aceptamos la omnipresencia de la tecnología, la intrusión del sistema en nuestras vidas y la imposibilidad de vivir sin una, ni la otra. Además, y ya con toque humorístico, pero sardónico, el santo en cuestión tiene su historia: se llamó en vida Manuel de Jesús Rodas Zacarías, nació en San Augustín Acasaguastlán el 14 de octubre de 1982, en extrema pobreza. Antes de que naciera su madre soñó una violación brutal y a un perro que llevaba una cabeza con el hocico... Se le conoce como el santo del crimen y de los viajeros sin rumbo.
Estoy seguro de que si se le colocara en un santuario público, con su historia y oraciones respectivas (las cuales acompañan a la figura en un trifoliar que parece miemografiado), no pasaría mucho antes de que convocara a miles de fieles devotos, quienes le dejarían todo tipo de ofrendas y exvotos. Tampoco tardaría mucho en formar parte de esa constelación subterránea de santos hechizos, tan espurios como los conceptos que los sustentan, resultado de una sociedad ananúmerica, inclinada a creer pero jamás a informarse para saber a ciencia cierta.
Imagénes: klavaza, 2010.
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