Recuerdo cuando la vi en compañía de mi amigo Fausto en un cine del centro en 1987: Las ideas y los dialogos retorcidos, la bajeza de los terroríficos personajes, los ambientes sórdidos, la heroína acosada por un tío degenerado, escapado del infierno, y el erotismo enfermo omnipresente en la cinta, me hicieron de inmediato su fan irrevocable. No así de las partes que le han seguido, aunque me falta ver la más reciente (según algunos críticos, la mejor de todas ellas).
Stephen King dijo, después de leer a Clive Barker, el director, que éste sería el futuro del terror. Y acertó, porque Hellraiser cambió al género para siempre. Además, tengo una anécdota: La madrugada del día cuando el asma casi me quita la vida en 2002, la falta de aire me despertó. Para pasar la noche, encendí la tele. La transmitían, y por séptima vez y doblada al español, la volví a ver.
Desde entonces no la deseo de nuevo, aunque de seguro, sin piedad para conmigo, compraré este DVD conmemorativo como fetiche de un terror real capaz de haberme quitado la vida, pero que, por razones incapaces de darse a entender, no pudo. La boquita de la noche fue la cinta siguiente en aquella programación nocturna, una con Valentín Trujillo, en la cual representaba a un policía judicial mexicano, de muy mala entraña, quien es enterrado vivo. Dentro del ataud recuerda su vida, una concatenación de agresiones, egoísmos, maldades y estupideces. La impresión fue terrible, empezaba a sentir cómo el asma estaba por acabarme, mientras veía en la pantalla a un hombre consciente de que moriría asfixiado cuando los enterradores finalizaran con su trabajo.
A Claudia, Carlos, Darío y Nacho, y al bombero anónimo que me atendió, porque me sacaron de mi apartamento 20 minutos antes de que llegara la Pascua, según estimó un galeno de la emergencia del Igss, quien advirtió a Claudia, cuando me vio, "prepárese para lo peor".
Imagen: Amazon.
No comments:
Post a Comment