Arturo Pérez-Reverte creó a este personaje según la huella dejada por otros, como Dumas, por ejemplo. Su saga, ahora en la sexta entrega, despierta interés y tiene, como la Guerra de las Galaxias, el encanto de un relato nuevo de estilo retro. Por ser una pluma maestra vale la pena leer su recreación de la España del Siglo de Oro, cuando el imperio de Felipe II era tan extenso como para estar siempre iluminado por el Sol.
Finalmente, después de varias intentonas, una de las cuales hubiese llevado al papel titular a Antonio Banderas, quien también la hubiera dirigido en ese momento, la obra llega a la pantalla bajo la dirección de Agustín Díaz Yanes. Se trata de la producción comercial más cara del cine ibérico a la fecha, con un costo estimado en USD 28 millones. El resultado ha despertado pocas reacciones por parte de la crítica, la mayoría desencantadas pero con ciertos reconocimientos positivos. Claro, no han faltado comentarios imbéciles como, "se trata de dos horas y media de castigo...", de gente incapaz de ver los diferentes planos de una cinta, sino sólo seguirla en forma unidimensional.
La historia es simple y cuenta casi de manera biográfica la vida de Diego Alatriste y Tenorio (Viggo Mortensen), autonombrado capitán de los temibles Tercios de Flandes españoles, matarife y mercenario. A lo largo del filme se desarrollan su vida, dos romances, el inicio de la decadencia del imperio, la guerra de Flandes, la corrupción de la corte liderada por el Conde-Duque de Olivares (Javier Cámara) o el ambiente de las tabernas en donde bebían y platicaban personajes del rango de un Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas (Juan Echanove): Quevedo, pues. También se aprecian el peso y el temor inspirados por la Santa Inquisición, así como la situación, bastante realista, de la mujer de aquella época. En fin, sin llegar a ser un potpurrí, resulta ser un calidoscopio hilado, a veces en forma débil, por la vida del personaje, adornada con encuentros propios del género de capa y espada. Por cierto, el duelo contra Gualterio Malatesta (Enrico Lo Verso), ofrece una de las mejores coreografías marciales del cine, por su infatigable realismo.
Una producción tan cara (en Europa, porque en Hollywood la cantidad no sería extraordinaria) siempre es el resultado de la intervención de varias manos. Aquí la estrella es Paco Femenia, director de foto. No sé, no me atrevo a especular, si quiso seguir la huella de Stanley Kubrick, cuyo Barry Lyndon fue, por sobre todo, una fiesta para la vista ilustrada a través de los pintores más importantes del siglo XVIII.
Si la película es larga, el argumento demasiado conciso (parece un intento del Reader's Digest por condensar los seis libros en un solo guión), si algunas actuaciones no están a la altura requerida y si tiene otros defectos, como aburrir a burros; todas, absolutamente todas sus imperfecciones, desaparecen gracias al impacto visual de Femenia, quien se inspira, y a veces copia, a los grandes pintores españoles de entonces, sobre todo a Diego Velásquez. Texturas, paleta de colores, composición y telones de fondo parecen salidos de sus lienzos y por momentos uno imagina cómo habría sido el cine si hubiese existido en su tiempo. Sólo tengo una queja, idiota por cierto: no era necesario congelar ciertos fotogramas para subrayar su noble génesis pictórica. Además, se debe consignar su genial uso de lentes angulares y cómo logra presentar una escena tras otra sin llegar al cansancio. Es más, dejando a un cinéfilo entendido con ganas de más.
Para concluir, se trata de un filme para ver, para deleitar al intelecto y para soñar con una era tal como la idealizaron sus mejores retratistas. Me encantaron los vestuarios, de exagerado apego a la historia, la recreación de los modales, sus mujeres (Elena Anaya, Ariadna Gil) y el esfuerzo, muy disimulado de Mortensen para hablar, sin saber la lengua, al español, así como a su actuación casi genial.
No se la pierdan, aunque, debo conceder, es más para intelectuales e intelectualoides, para nerdos y críticos de arte, que para un público ávido de colisiones, persecuciones o plenas imbecilidades.
Foto: Filasiete.
4 comments:
En realidad Vigo si sabe español, pero lo aprendió en argentina y eso le limitaba mucho a la hora de dictar el guión. Hizo un esfuerzo desmesurado, cierto, pero también calla más de lo que habla el personaje en el libro. Aún así, han logrado la película.
Te recomiendo Little Miss Sunshine, una pequeña obra maestra nada pretenciosa.
Saludos,
Clau
No sabía que Viggo habla español, en algún lado leí que no. Mañana verá Little Miss Sunshine y la comentaré. Alatriste me gustó, definitivamente y en gran medida fue por la actuación Viggo.
¿Así que Vigo, al aprender español en Argentina, tiene un limitado saber de esta lengua? Más les vale a ustedes tomar más nota y conocimiento de vuestra azarosa historia, antes de prejuzgar tan precipitadamente.
Nadie dijo que tuviera un limitado conocimiento del español, sino que el acento argentinoide, por haberlo aprendido allí, lo limitaba, puesto que representa a un español de una época en la que ni siquera existía Argentina. ¡Vaya si no tenemos una azarosa historia! Empecemos por haber caído en manos de conquistadores, y después, todo lo demás... Gracias por el comentario.
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