Recién, Many, supe de su partida. Ya no tendremos más la oportunidad de conversar, como lo hicimos varias veces, sobre las maravillas mecánicas dejadas atrás por la tecnología electrónica, por el abaratamiento de los equipos gracias al plástico, ni del reino de los lentes desechables y de los logros, aún no superados, de algunos fabricados hace más de treinta años en Japón y en Alemania.
Ya no contaré con su mano maestra, capaz de reparar cámaras de cine, de foto, o de reducir en un santiamén el diámetro del anillo de un filtro, para calzarlo en una montura para la cual no fue diseñado. Tampoco de su amabilidad, ni de su ingenio o de su enorme acervo musical, ni de su peculiar encanto por los equipos de sonido del high-end, una pasión compartida por pocos. Pero esos breves momentos perduran en mi memoria como recuerdos valiosos y los atesoraré hasta cuando alcance ese mismo destino inevitable, que siempre quisieramos ver distante pero, nunca se sabe, podría estar ya a la vuelta de la esquina.
Y recuerde, como consideramos alguna vez, usted sólo se nos adelantó unos cuantos segundos. Hasta la vista Many, ¿quién sabe?, tal vez volvamos a vernos.
Many Muñoz (Guatemala, 1928-2006) estuvo en contacto con la fotografía desde su niñez, ya que su padre fue el fotógrafo oficial de Jorge Ubico Castañeda. Más adelante estudió en San Francisco, California, en los talleres de Kodak, para aprender los secretos de la reparación de cámaras fotográficas. Gracias a su extraordinario talento mecánico realizaba cambios y arreglos imposibles para otros. Por ejemplo, instalaba flashes electrónicos en cámaras antiguas, cambiaba las monturas de lentes Nikon de primera generación a tipo Ai y, cuando se inspiraba, fabricaba las piezas de recambio. A su vuelta a Guatemala, en 1951, abrió su taller y se dedicó al oficio hasta su partida. Era enérgico y de una honestidad incolume: cuando no sabía o de antemano evaluaba imposible la reparación, entregaba el aparato sin más. En muchas ocasiones realizó las reparaciones frente a mí, para no hacerme volver. El mundo de la técnica perdió, sin duda, a uno de sus mejores hombres, y quienes le conocimos, a un amigo insustituible. Su partida, además, señala el fin de una era, cuando las fábricas entendían como un honor a la calidad de sus productos. Hoy, es más simple, compre una cámara Leica, Nikon o Canon de un millón de megapíxeles y un par de años después llévela al taller oficial de la casa para reparación. No le extrañe si le dicen, "tírela, ¿para qué la quiere, si ya ofrecemos una de un millón uno megapíxeles?". Hombres como Many seguirán presentes, no ya en el mainstream, pero sí en el corazón de cada coleccionista y de cada amante de la historia y la tradición de la Tecnología.
Foto: Lente 50mm, f:1.4, para Nikon F, 1959, cortesía de Photography in Malaysia, de Michael Liu.
1 comment:
Perder a un amigo siempre es triste. Sí, la muerte es natural y algo inevitable, pero es de humanos extrañarnos. Seguramente estará ajustando lentes en el más allá, para que los fotógrafos capturen mejor a sus ánimas.
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