Monday, June 23, 2008

Camino a Casa

Los poetas somos legión, legión de hocicos sin rostro como un mostruo de las pesadillas de Clive Barker. Nos aglomeramos los unos contra los otros formando masas espantosas o atractivas, mientras otros gravitan vampirizando la insipiración de role models que bien pueden servirles como peldaños, pero que sólo usan como plataformas donde apenas llegan a sobrevivir. Están los anóxicos, los faltos de númen, los hijos legítimos e ilegítimos de verdaderas musas y los engendros surgidos o imaginados por demonios ancestrales. Algunos cantan, otros mascullan, hay quien susurra y quien insulta y lacera. Juntos generamos un ruido blanco soportable sólo porque es átono y falto de volumen. Escucharnos es como navegar en esa mar infestada de sirenas que obligó a un Ulises a disfrutarlas atado a un mástil. He navegado tales aguas: a veces he quedado sordo, a veces adormecido, excitado o perplejo como Maimonides. Por él he conocido al extásis, al íntasis y a los peores rostros de la fealdad. Raras veces, de entre tal caos, distingo una voz y la sigo. Más raro aún, la disfruto. A la tuya la cuento como a una de ellas Claudia Navas Dangel. Y con este poema me has convertido en tu fan.

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