Thursday, May 19, 2005
Episodio III
Finalmente se ha cerrado el círculo que Lucas inició hace casi tres décadas. La transformación de Anakin en Vader es una apoteosis digna de verse, de disfrutarse y sirve también para que los hardcore fans de la serie volvamos la vista y disfrutemos de los dos trípticos en panorámica. La cinta es débil en varios puntos. Primero, como apunta Roger Ebert, del Chicago Sun Times, Lucas es incapaz de escribir una historia de amor. Segundo, Anakin se convierte en un servil sicario del Lado Oscuro de la Fuerza al mejor estilo de los personajes de las series en blanco y negro de los años cincuenta. Lamentable. Tal vez por eso le ofrecieron la dirección de la cinta, se dice, a Steven Cronenberg o a David Lynch (ambos, con sabiduría, declinaron). También, Padme desaparece como fiera guerrera para dar paso a una plañidera ama de casa y, last but not least, no me explico cómo solo Yoda supo sentir cuando intentaron asesinarlo, mientras los demás Jedi no. Es más, ¿cómo es posible que simples stormtroopers traicionaran asi a jedi capaces de enfrentar a un Sith Lord? Como sea, no me la perdí, la volveré a ver y tendré paciencia para esperar las otras tres secuelas que bien se merece la franquicia. Tal vez ejerzan en mi vida el influjo que todavía siento del Capítulo IV. Foto: La nena y yo, 2004.
Wednesday, May 04, 2005
Reveladora y deprimente encuesta
La reciente encuesta de Vox Latina, patrocinada por Prensa Libre, no debería haber sido una bofetada, pero lo fue. Como apuntó Lucía Escobar en su columna pasada, somos un pueblo rudo, falto de información, más cercano a la Edad Media que a la era de la razón.
Ni pensemos estar cerca del famoso Siglo XXI. Para la mayoría el sexo sólo sirve para procrear y esa creencia, carente de base científica, impera acá desde tiempo inmemorial. Recuerdo, al albor de la adolescencia, el asombro que sentía cuando mis tíos me presentaban potenciales parejas. Siempre eran mujeres feas, gordas e ignorantes. Hoy, un poco mas allá de los 50, entiendo su consejo, “buscate una compañera para procrear y confiná el placer sexual a las prostitutas”.
Aún así, tal deleite sería de cuestionable utilidad puesto que, para superar los prejuicios contra el desenfreno y el temor a contraer una ETS, la mayoría de hombres van a los lupanares: primero, para emborracharse y después, para copular semiinconscientes.
El peso de la cultura judeocristiana, la tara de la desnutrición, que en Guatemala alcanza hasta a las clases altas, y el ananumerismo nos convierten como país en presa fácil de las plagas que los europeos debieron superar con sangre y que la iglesia Romana aun trata de mantener incólumes.
No deja de ser paradójico. Vemos en árabes y judíos a fundamentalistas irredentos, pero no pensamos ni por asomo que en nuestra raíz misma está larvada esa nefasta tendencia, hija de la creencia, jamás de la ciencia, que solo puede seguir predando en países brutos como el nuestro.
Ni pensemos estar cerca del famoso Siglo XXI. Para la mayoría el sexo sólo sirve para procrear y esa creencia, carente de base científica, impera acá desde tiempo inmemorial. Recuerdo, al albor de la adolescencia, el asombro que sentía cuando mis tíos me presentaban potenciales parejas. Siempre eran mujeres feas, gordas e ignorantes. Hoy, un poco mas allá de los 50, entiendo su consejo, “buscate una compañera para procrear y confiná el placer sexual a las prostitutas”.
Aún así, tal deleite sería de cuestionable utilidad puesto que, para superar los prejuicios contra el desenfreno y el temor a contraer una ETS, la mayoría de hombres van a los lupanares: primero, para emborracharse y después, para copular semiinconscientes.
El peso de la cultura judeocristiana, la tara de la desnutrición, que en Guatemala alcanza hasta a las clases altas, y el ananumerismo nos convierten como país en presa fácil de las plagas que los europeos debieron superar con sangre y que la iglesia Romana aun trata de mantener incólumes.
No deja de ser paradójico. Vemos en árabes y judíos a fundamentalistas irredentos, pero no pensamos ni por asomo que en nuestra raíz misma está larvada esa nefasta tendencia, hija de la creencia, jamás de la ciencia, que solo puede seguir predando en países brutos como el nuestro.
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