Una de las primeras compañeras de trabajo que recuerdo, cuando ingresé a Prensa LIbre, fue a Karla Guzmán, del departamento de Mercadeo. Fuimos compañeros hasta hace poco, cuando cambió de trabajo. Hoy, frente a sus hijos, la ira, la violencia y las más negras oscuridades del corazón humano le arrancaron la vida. Cegaron 35 años de lucha personal, porque todos luchamos por sobrevivir y ser cada día mejores; despojaron de su madre a dos niños, violentaron a todos, en especial a quienes la conocimos, y sumaron una estadística más a lo que Borges definió como el espanto. En términos macro fue un feminicidio, en terminos micro es una tragedia que, como todas las que se han vivio en Guatemala, exige justicia. Recuerdo también a un día cuando me vio con una tarjeta coleccionable de los cereales Quaker, ¿le gustan?, me dijo. Ante mi afirmativa, días después, me regaló la colección completa y no se por qué, ahora, ese gesto aumenta mi dolor y me hace sentir su pérdida aún más.¿Quiénes son capaces de cometer tal atrocidad? Por desgracia esa pregunta busca respuesta desde los más profundos tiempos de la humanidad.
Imagen: Shooting Stevens.

















