Otra serie inolvidable era Historias y Leyendas de la Colonia, cuyos autores no tenían ningún empacho para apropiarse de cuentos clásicos como El Monte de las Ánimas, de Gustavo Adolfo Becquer, para presentarlos como auténticas tradiciones mexicanas. Las portadas, de obvia raigambre en las de EC Comics (Tales From The Crypt, Eerie) a veces de verdad daban asco, pero eran muy efectivas para inspirar terror. Es más, no he olvidado algunos de sus diálogos y dibujos. En cambio, confieso que ni Hermelinda Linda ni Aniceto fueron de mis favoritas, me repugnaban, así como me desagradaron profundamente las películas del Caballo Rojas, Alfonso Zayas, et al.
No tardaron en desaparecer todas estas editoriales, pero su legado sigue en venta, casi siempre en sitios de subastas de la Red, ahora fuente inagotable de información sobre ellas. En aquél tiempo, apenas eran significativas las firmas de quienes dibujaban, coloreaban, caligrafiaban y escribían las historias; en cambio, en las últimas páginas, nunca faltaban los anuncios de Charles Atlas y su rutina de ejercicios sin máquinas, la tensión dinámica, para tener una musculatura de "real hombre", que era como traducían directo del inglés "real man".
Hoy, gracias a un creciente número de fans, aquellos creadores empiezan a recibir el reconocimiento que merecen. Al mismo tiempo, aumenta el número de coleccionistas, no sólo de historietas mexicanas sino también de argentinas (allá, Batman, por ejemplo, se llamó El Hombre Murciélago). Un conocido coleccionista chapín me comentó, hace algunos años, "de nada te sirve coleccionarlos, a los gringos no les interesa para nada lo que se hizo fuera de sus fronteras". Tal vez, pero no se trata de quedar bien con ellos, sino de satisfacer un gusto personal, de rememorar tiempos propios, a veces asociados a intimidades inenarrables, y de tener el fetiche de una época que se fue para siempre.
Sitios: Novhist, Rivendell y Arkivperu.















