"Go to the bathroom before you weigh yourself. The difference can be a very important 1/2 pound".
La compositora e intérprete de piano, clavecín y sintetizadores, Jan Hanford*.
Muchas mujeres creen que el baño, inodoro, WC o lavabo de hombres es sucio, maloliente, desagradable y antihigiénico. Semejante afirmación es relativa, porque depende de los estándares de la institución que los albergue.
A lo largo de mis N décadas en el mercado de trabajo he atestiguado, he sabido por referencia y he protagonizado, algunas historias que validan el título de esta nota, las cuales, como regalo antecedente al próximo Halloween, consigno aquí no para provocar asco, por supuesto, sino para ilustrar las nefastas consecuencias de la falta de prevención y limpieza. Los nombres citados, está claro, no son los reales, para proteger a la identidad de los protagonistas.
Nebaj, Quiché, finales de los 70: Rodrigo llegaba retrasado a un encuentro con nosotros que tuvo lugar en Chajúl. Su viaje se detuvo porque el bus no circulaba durante la noche, así que pernoctó en Nebáj, en una pensión. Al comprobar el lamentable estado del inodoro decidió acuclillarse, en vez de sentarse. Para su desgracia, el instrumento no estaba asegurado al suelo: la cayó encima derramando su contenido sobre su espalda.
Gillette, década de los 80: Los baños allí mantenían una limpieza mediocre, pero tolerable. En el Centro de Cómputo trabajaba Erick, quien tenía una verdadera fobia contra los pelos en la comida. Como cabía esperar lo perseguían con el consecuente ataque de asco. Tal vez por eso disfruté cuando le dí testimonio de una inmunda bola de pelos, de origen desconocido, que colgaba cerca de uno de los inodoros. No solo era repugnante sino hubo que aguantarla por más de una semana.
Alfredo Herbruger Jr., misma década: Las exigencias de higiene eran estrictas para el personal de planta, porque la empresa maquilaba alimentos. Los baños, aunque feos, se mantenían impecables. Los inodoros, dos, estaban adosados y las puertas se abrían en direcciones opuestas. Era jocoso encontrar, de vez en cuando, a dos de los muchachos, con bata de faena, gorra de plástico y guantes de látex, cada uno deponiendo, con las puertas abiertas y las cabezas fuera de cada cubículo, para platicar con tranquilidad, a pesar de que el ambiente, se los aseguro, no olía nada bien, resultado de los alimentos que ingerían a la hora del almuerzo, en la esquina de la empresa.
INE, hacia principios de los 90: Hassan me refirió cómo, en una ocasión, un compañero de trabajo le advirtió, alarmado, que había visto en un inodoro una de las heces más grandes de su vida. Al susodicho no le bastó imaginarla, fue de inmediato al lugar y comprobó que tenía más de 60 cms de largo. Pudo medirla porque esa taza no contaba con agua. Según me confió, la repugnante deposición estuvo allí durante más de un mes calendario.
CEAR, década de los 90: Cuando nos trasladamos a una sede propia en la Zona 1 las mujeres se apoderaron del mejor de los dos baños de la casa, en el segundo nivel. El nuestro era limpio porque lo manteníamos bajo llave, ya que recibiamos a muchos campesinos los cuales, por falta de conocimiento, realizaban sus necesidades al lado de la taza, nunca dentro. El personal administrativo entregaba dos rollos de papel por semana a cada empleado. Tanto Lester como yo teniamos tal aversión a ese baño, que acumulamos más de 100 rollos cada uno. Si algún compañero nos pedía, lo negábamos, ¿por qué?, por chingar. Nunca supe qué fue de tal bastimento cuando cambiamos de trabajo.
Centro Comercial Montúfar, década actual: "Fue lamentable", me contó un amigo auditor. "Pasaba frente al Centro Comercial Montúfar, con una tremenda necesidad de entrar al baño. Sentí gana de expeler un cuesco y lo hice, pero con él se vino, y copioso, todo lo demás. Entré al baño de Paiz, me limpié como pude con papel húmedo y dejé el calzoncillo tirado sobre una tonelada de papel, que no habían limpiado del bote de basura. Después, en mi casa, mi señora me alegó porque, según ella, la prenda se podría haber lavado".
Prensa Libre, década actual: Dos testimonios dan razón de que éstos son los peores baños conocidos por el hombre.
1. Dos compañeros identificaron una ladilla (Pthirus pubis) cerca de uno de los mingitorios, aunque podría haberse tratado de un piojo (Pediculus humanus), porque la primera es difícil de ver (mide de 1 a 3 mm de largo), a menos que se cuente con una vista excelente.
2. Este es un agregado anacrónico, lo escribo el 1 de diciembre, pero vale la pena consignar dos hechos más. Primero, este baño pasó dos días sin papel higiénico, a pesar del constante tráfico de usuarios. Y segundo, también estuvo más de cuatro días sin jabón. Hace poco, debido a falta de energía eléctrica nos quedamos sin agua, hecho que de ninguna manera frenó el uso de las tazas. Hacia las cuatro de la tarde un hedor nauseabundo invadió nuestras oficinas y de nada sirvieron recurson tan pobres como cerrar puertas, para impedir el paso del aire, o abrir ventanas, para ventilar. Simple, pasamos dentro de una cloaca varias horas. Ahora, ya sabemos cómo se sienten las cucas en su ambiente, con una salvedad, a ellas les gusta.
3. Otro compañero no quiso llevar su celular consigo. Cuando terminó la vulgar tarea que lo sentó en el inodoro descubrió que no había papel higiénico. Por falta de tiempo y de tráfico en el lugar se vio obligado a reciclar el que se encontraba en el basurero. Para ello, debió seleccionar los restos que aparentaban estar sin uso. Y lo hizo, ¿adivinaron?, con la mano desnuda. ¡Ah, a veces la vida es dura..., es dura!
* "Ve al baño antes de pesarte, la diferencia puede ser de una importante 1/2 libra".
Fotograma del video Why Don't You Get a Job?, del conjunto Offspring, tomado de YouTube.
Pthirus pubis, Wikipedia.